La venganza política



La venganza política
Trece años hace de este momento, me encontraba buscando un alojamiento donde pensar y prepararme. Llegué a mi destino horas después, cansado me dirigí hacia el camino de piedra y aproveché el momento para pensar.
            Por algún motivo recordé aquel día, el trágico momento en el cual me secuestró. Recordé también a mi familia en el suelo, todos inmóviles a causa de un plan perfectamente ejecutado. Continué por el camino hacia la puerta, vino a mi mente la imagen de su cara y la gente que lo apoyó.
            Entré al hotel, aproveché el teléfono público para llamar a mi amigo Pedro y decirle que el plan estaba en marcha. Ambos resolvimos que Martínez no se podía salir con la suya, la gente se debía enterar de la verdad, cometió mi secuestro porque no tenía posibilidades de ganar las elecciones, nadie se presentó como candidato, todos tenían miedo.
            Ya la habitación me preparé, llevé un cuchillo por si la cosa se ponía fea, un celular y ropa que podría pasar desapercibida. Sabía que Martínez estaba en su casa de campo, ya que le faltaba un mes para que asuma como presidente. Tenía todo preparado, primero iría a su casa, buscaría la forma de entrar y cuando lo hiciera comenzaría mi venganza, finalmente llamaría a Pedro y escaparíamos en su auto.
            Decidí que era el momento, me encontraba a pocas cuadras de su casa y sabía que estaba bien cuidada. Recordando mis entrenamientos en el liceo militar tomé a uno de los guardias y lo noqueé, tomé su ropa, tuve suerte. Por los signos parecía que era la persona a cargo de la custodia. Con un gran esfuerzo cargué el cuerpo y logré esconderlo dentro de un volquete sabiendo que durante unas horas no molestaría y revisé la zona.
            Con la ventaja de tener el traje del soldado, entré a la casa e investigué donde se encontraba, cuando encontré su habitación golpeé para entrar, me recibió pensando que le traía una noticia, cerró la puerta y vi mi oportunidad, quité mi cuchillo y le dije que se mantenga callado y que sólo responda a mis preguntas, me saqué el casco de protección y al instante se dio cuenta de quién era.
-              - ¡Sabía que debía enviar la orden para que te maten! –dijo enojado.
-              - Vas a responder solamente lo que yo te diga –respondí con un tono fuerte y seguro.
-        - Terminemos con esto, ambos sabemos la razón por la que estás acá, concretala –respondió decepcionado de que las cosas no salgan como él lo pensó.
-            - No todavía, antes quiero saber, ¿fuiste vos quién planeó el secuestro? –respondí intentando llevar la situación a mi deseado interrogatorio.
-             - Creí que había quedado claro que sí, por eso viniste, ¿no?  -dijo confundido.
-             - ¡Las preguntas las hago yo! –le dije harto de que no haga caso-. ¿Por qué lo hiciste?
-             - Fue una jugada política, eras vos o yo –dijo sumiso.
-             - ¿Te arrepentís de lo que hiciste? –le pregunté.
-             - Ni por un segundo –me respondió, con una tranquilidad que me irritó.
            Tomé nuevamente el cuchillo, se lo mostré y lo agarré con firmeza, cuando cerró los ojos saqué una foto que tenía en su mesa de luz y la clavé, Martínez me miró confundido.
-          Estás muerto, pero políticamente –le respondí y le mostré el celular, tenía una aplicación que estaba grabando su voz.

Enojado intentó llamar a un guardia, por lo que lo amenacé y me puse el casco de protección para escapar, salí por la ventana ya que era más rápido y tenía menos riesgos, mientras caminaba lo llamé a Pedro para pedirle que me busque en su auto y le dije que el punto de encuentro no había cambiado. A lo lejos vi un guardia corriendo, Martínez dijo lo que pasó.
Empecé a correr, el traje me permitía no recibir las balas, pero era muy pesado, luego de recorrer pocos metros me di cuenta que estaban demasiado cerca, estaba por entregarme ya que no tenía posibilidades de ganar peleando contra más de 25 personas. Lo iba a hacer hasta que vi que Pedro venía en su auto, condujo hasta mi ubicación, con la poca energía que me quedaba salté, pisó el acelerador y escapamos.
-          -  Ahora sí que va a perder las elecciones –me dijo riéndose.
-          - La va a perder, pero a la libertad –respondí. 

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